He vuelto a casa. Después de tantos viajes, estoy de nuevo en Madrid. Nada ha cambiado. Todo sigue igual, no parece que esta ciudad me haya echado en falta ni lo más minimo. Es como si el entorno que me rodea fuese a un ritmo mucho más lento que el mío.
Yo he cambiado mucho en este tiempo. Ya no soy el mismo. Me faltas tú. Y para mi eso es mucho más de lo que una persona puede echar en falta.
Estoy en casa. Pero no me siento en casa.
No tengo ganas de hacer nada y menos de cocinar, así que he ido a comprar fruta al supermercado. Parece ser que le he dado una alegría a la cajera. Dice que se ha acordado mucho de nosotros. Que se preguntaba donde estaríamos, tanto tiempo sin pasar por ahí. Fuerzo una sonrisa y espero la temida pregunta. No tarda en llegar: "¿Y tu mujer que tal esta? Le contesto que ya no tengo mujer, bueno que si tengo mujer pero que ahora es otra. No se porque le miento.
Ella me dice algo sorprendida (quizás no termina de creerme) "Ah, bueno. Lo importante es que estéis bien."
"Si. Eso es lo importante" Digo yo.
Y ella continua "¿Así que estas bien?" No puedo con tanta hipocresía así que mientras me doy media vuelta contesto "No. No estoy bien"
De vuelta a casa; más encuentros. Con lo grande que es esta ciudad y no hay manera de escapar de la poca gente que conozco. Esta vez es una vieja conocida mía... Y tuya también.
"Hay que ponerse al día" dice ella. Más cortesía. Me pone al día y la pongo al día.
A ella también le parece que el tiempo pasa despacio, a ella también le falta alguien. Esto hace que me sienta algo menos solo. Así que encontramos un tema común del que hablar; dolor.
El dolor es una prueba mucho más honda del amor que cualquier tipo de placer o felicidad.
Escucho y me escucha, su voz palía mi heridas, disfraza mi dolor. Estar con ella es como consumir un anestésico. El daño no se va, pero se difumina.
Mientra hablamos de lo lejos que nos sentimos de otras personas, nos vamos acercando.
Me dejo llevar y ella también.
Es linda y suave.
Noto como su respiarción se entre corta y siento el pulso de su corazón en mi boca.
Sus labios son gruesos como los míos, besarla es como un choque de almohadas. Su olor es deliciosamente narcótico.
Mientras hacemos el amor con los ojos cerrados tengo la seguridad de que los dos estamos pensando en otras personas.
Nos mezclamos en una sensación extraña, mezcla de pasión, dolor, deseo, confusión, calor...
¿Sabes? En un principio me sentí mal, sentí como si te hubiese traicionado. O como, lo que es peor; como si hubiese fallado al amor que te tengo.
Pero ahora que lo pienso, me doy cuenta de que no.
Me doy cuenta de que ese momento ha sido y será, lo más parecido posible... ha volver a hacer el amor contigo.
Yo he cambiado mucho en este tiempo. Ya no soy el mismo. Me faltas tú. Y para mi eso es mucho más de lo que una persona puede echar en falta.
Estoy en casa. Pero no me siento en casa.
No tengo ganas de hacer nada y menos de cocinar, así que he ido a comprar fruta al supermercado. Parece ser que le he dado una alegría a la cajera. Dice que se ha acordado mucho de nosotros. Que se preguntaba donde estaríamos, tanto tiempo sin pasar por ahí. Fuerzo una sonrisa y espero la temida pregunta. No tarda en llegar: "¿Y tu mujer que tal esta? Le contesto que ya no tengo mujer, bueno que si tengo mujer pero que ahora es otra. No se porque le miento.
Ella me dice algo sorprendida (quizás no termina de creerme) "Ah, bueno. Lo importante es que estéis bien."
"Si. Eso es lo importante" Digo yo.
Y ella continua "¿Así que estas bien?" No puedo con tanta hipocresía así que mientras me doy media vuelta contesto "No. No estoy bien"
De vuelta a casa; más encuentros. Con lo grande que es esta ciudad y no hay manera de escapar de la poca gente que conozco. Esta vez es una vieja conocida mía... Y tuya también.
"Hay que ponerse al día" dice ella. Más cortesía. Me pone al día y la pongo al día.
A ella también le parece que el tiempo pasa despacio, a ella también le falta alguien. Esto hace que me sienta algo menos solo. Así que encontramos un tema común del que hablar; dolor.
El dolor es una prueba mucho más honda del amor que cualquier tipo de placer o felicidad.
Escucho y me escucha, su voz palía mi heridas, disfraza mi dolor. Estar con ella es como consumir un anestésico. El daño no se va, pero se difumina.
Mientra hablamos de lo lejos que nos sentimos de otras personas, nos vamos acercando.
Me dejo llevar y ella también.
Es linda y suave.
Noto como su respiarción se entre corta y siento el pulso de su corazón en mi boca.
Sus labios son gruesos como los míos, besarla es como un choque de almohadas. Su olor es deliciosamente narcótico.
Mientras hacemos el amor con los ojos cerrados tengo la seguridad de que los dos estamos pensando en otras personas.
Nos mezclamos en una sensación extraña, mezcla de pasión, dolor, deseo, confusión, calor...
¿Sabes? En un principio me sentí mal, sentí como si te hubiese traicionado. O como, lo que es peor; como si hubiese fallado al amor que te tengo.
Pero ahora que lo pienso, me doy cuenta de que no.
Me doy cuenta de que ese momento ha sido y será, lo más parecido posible... ha volver a hacer el amor contigo.