CUANDO COCINAS TODO ES DIFERENTE
Al llegar, la mesa esta ya puesta. Es una mesa de contrastes, manteles, platos y vasos a juego y en el centro el tosco rollo de papel de cocina…Estética y practica unidos en un pequeño espacio donde apenas caben cuatro platos.
Apareces en la cocina con el pelo recogido y gafas de ver. Enseguida pones esa música que tanto te anima, te sirves una copa de vino y la apoyas en la encimera de la cocina. Miras alrededor con atención, como comprobando que todo esta en orden. Y luego, presionando ligeramente con tu dedo anular el centro de tus gafas para ajustarlas bien a tu cara... sonríes.
Entonces lo sé. Se que vas a empezar a cocinar, y el corazón, tontamente, empieza a golpearme el pecho como un pájaro carpintero…Y es que si hay algo con lo que disfruto, ese algo es...¡Verte cocinar!
Así dicha esta frase puede llamar a engaño y que alguien piense que es una frase machista… Pero la lucha de sexos nada tiene que ver con esto.
Son tus gestos y tus formas, es como juegas con todo lo que te rodea y como ironizas cualquier conversación que surja en ese periodo, es el ritual que empleas al hacer todo esto y como yo lo percibo, y no el hecho en sí, lo que me hipnotiza como a una polilla frente a una bombilla.
El color de tu cocina, la música que suena, el olor de los ingredientes, tus movimientos entre los fogones, los sabores que adivino, consiguen que una sinestesia exagerada se apodere de mi.
Y en ese momento todo parece ralentizarse igual que en uno de esos documentales en los que se ven las alas de los colibrís. Aunque, seguramente, sea yo quien lo imagina así para no perderme nada de ese tiempo. Pero el caso es que cada detalle dura en mi más de lo normal y los sentidos se entremezclan unos con otros; Los olores se elevan como esferas de colores, y alguna especia como el curry no es solo amarilla si no que al alacanzar la altura adecuada, estalla como un fuego de artificio multicolor haciendo empalidecer el verde chillón de tu cocina. Puedo saborear claramente el dulce sonido de tu risa en mi boca. Soy capaz de sentir en mi piel cada uno de tus movimientos como si fueras a mí a quien manipularas para cocinar. Y cada sabor, que me das a probar, se deja escuchar como si fueran distintas notas músicales de una composición.
No todo son gratas sensaciones, no creas, ya que también me invaden otras no tan buenas; Como la angustia de ver tus delgados dedos tan cerca del cuchillo que utilizas para cortar los vegetales, que en mi afán de protegerte quiero acercarme a impedírtelo, pero afortunadamente antes de que haga el ridículo intentándolo, veo con alivio el hecho de que, tus hábiles dedos han salido indemnes de ese trance, y mientras, ya aliviado, intento volver a mi estado sinestesico no puedo evitar sentir una profunda envidia de la cuchara de madera que acercas a tus labios para comprobar el punto de sal.
Pero aun así, también estas sensaciones merecen la pena, porque en cierto momento te das cuenta de cómo te observo, absorto (seguramente con cara de pajaro bobo), ajeno a cualquier cosa que no seas tu. Entonces, entonces me miras de reojo y sonríes... Sonríes como si yo significara algo. Y pienso que en este momento no querría estar en ninguna otra parte del mundo, más que aquí, viéndote cocinar. Quizás suene poco ambicioso, pero me conformo. Y me siento afortunado por tenerte, aunque sea solo un poco. Aunque esta ilusión no dure más…. que lo que tardas en cocinar.
By:
Nene