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Tu lees porque piensas que te escribo... Eso es entendible. Yo escribo porque pienso que me lees... Y eso es algo terrible.

25 marzo 2009

CARTAS QUE NUNCA...(9)


El tiempo pasa y el dolor no disminuye.
Bien sabes que he cometido muchos errores en mi vida, y puede que en este lugar sea donde cometí el más grande de todos.
Por eso jure no volver, por muy necesario que fuera. No creía que pudiera aguantar los remordimientos. Y aún así, aquí estoy deshaciendo las maletas, a la espera de hacer lo mismo con mi error.
¿Tú crees que los errores se pueden deshacer?
Bueno, en realidad, da igual lo que creas, porque ya estoy aquí, y lo que creas o no, no va a cambiarlo. Esta vez, no es como otras; Yo soy el único responsable de esta absurda decisión de venir hasta Tokio. Y prefiero que sea así. Sin salida, sin posibilidad de excusas.

He venido consciente del dolor que me va provocar estar en Tokio. El lugar donde empecé a perderlo todo. Pero estoy harto de arrepentirme como un cristiano en penitencia, de maldecir mi estupidez y mi falta de madurez de ese momento, de no soportar el no poder volver atrás para cambiarlo todo. Harto de la ineficacia del tiempo para menguar mi dolor. Cansado ya, de oír frases como: "Todo sucede por algo" "Algunas cosas se van para que vengan otras mejores" "No hay mal que por bien no venga" y demás tópicos estúpidos; He decidido hacer algo, y no me queda más remedio que agarrarme como a un salvavidas en medio del océano, a esos tópicos y tratar de convertir mi error en un acierto.
Desgraciadamente no tengo una máquina para cambiar las cosas. Y hacer como en esa película: “La máquina del tiempo”. En la que el protagonista intenta una y otra vez salvar a su esposa. O quizá debería decir afortunadamente, ya que a pesar de sus muchos esfuerzos y su estupenda máquina del tiempo, el protagonista no logra salvarla.
Así que a mí, no me queda más remedio que probar otra estrategia: Voy a buscarla.

Lo cual no será nada fácil. Esta es una ciudad que aturde; los edificios están recubiertos de pantallas y altavoces que no paran de chillarte. La gente se apelmaza en las calles, y los medios de transporte siempre están abarrotados. Los centros comerciales, se encuentran en subterráneos y las discotecas en los pisos más altos de los rascacielos.
Solo los antiguos templos parecen mantener algo de la famosa calma oriental. Pero estoy seguro que no será ahí donde la encuentre.
Aun así, sigo por este río de contradicciones y el primer sitio que visito es el templo de Kamakura. Donde puedes pedirle a la estatua del poderoso Budha, allí erigida, que cumpla algunos de tus anhelos.
No va a ser fácil, no he vuelto a saber de ella en muchos años, y no puede decir que esta sea una ciudad fácil para encontrar a alguien.
Seguramente no haya nadie en esta ciudad que merezca menos lo que pido, pero también es verdad que nadie necesita más fervientemente que yo, lo que deseo.
Creo que Budha en su sabiduría debería entender que ante la necesidad el merecimiento no tiene nada que hacer.
Y además no es un deseo tan difícil que es pedir un rencuentro, entre tantos que tenemos a lo largo de la vida. También es verdad, que esta ciudad posee más de treinta y cinco millones de habitantes. ¿Pero que es eso para Budha?

Por si acaso, intento ponérselo algo más fácil al profeta, que alcanzo el Nirvana y con ello, espero, poderes milagrosos, y visito los sitios donde creo que sería más fácil encontrarla, el barrio comercial de Shibuya, los bares nocturnos de Ropongi, su antigua oficina en uno de los rascacielos de Shinjuku, pero de momento no tengo suerte.
Como te dije mil veces: Esa mujer, en aquel momento no significo nada para mí. Pero ahora voy a luchar para que lo signifique todo. Voy a quererla, voy a estar siempre a su lado y jamás haré nada que pueda provocar el perderla.
Se que esto no me asegura nada, quizá la pierda de todas maneras, como me paso contigo. Pero si es verdad que todo pasa por algo, quizá ella sea la razón. Quizá si consigo que se convierta en la definitiva… El haberte perdido, la desesperación por no poder recuperarte, mi constante huida de los sitios que provocan tu recuerdo, el dolor que siempre me acompaña. Todo, todo tendrá sentido.

Voy a buscarla, ¡Y voy a encontrarla!
Ella es mi última esperanza para poder creer que, el perderte, fue algo necesario... y totalmente inevitable.