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Tu lees porque piensas que te escribo... Eso es entendible. Yo escribo porque pienso que me lees... Y eso es algo terrible.

30 octubre 2006

CARTAS QUE NUNCA...(2)

Una vez más aquí. No ha habido forma de evitarlo. Es el último sitio donde querría estar.
No me hace ningún bien visitar esta ciudad. Demasiados recuerdos. O mejor dicho; Demasiados buenos recuerdos. Intento pensar en los malos momentos que también me trajo esta ciudad, pero es inútil.
O no los hubo, o los buenos me impiden recordarlos. ¡Odio esta ciudad y también a esta maldita memoria selectiva mía!
Nos veo paseando por esta ciudad, juntos, felices… ¡Que lejos queda eso ahora!
Ahora, como ya desde hace tiempo, paseo solo. Sería más correcto decir que “vago solo" por esta ciudad. Creo que para pasear hacen falta al menos dos personas. En cambio vagar si que es algo más destinado a los solitarios.
Solo. Esta ciudad se ve distinta, estando solo.
Vago por las mismas calles, veo las mismas gentes, las mismas piedras derruidas, esas que tanto encanto tenían cuando paseábamos entre ellas… piedras que vimos juntos, muy juntos. Pero esta vez todo tiene otro aspecto; como muerto, sin color, parece que hasta la historia que hay detrás de estas piedras se hubiese borrado.

Viajar solo por una ciudad es como si uno nunca hubiese estado en ella. Las fotos, son fotos muertas, fotos de paisajes, monumentos… Son simples postales. Uno nunca aparece en ellas. A lo sumo uno intenta auto fotografiarse adoptando posiciones medio acrobáticas en un patético esfuerzo por aparecer en la ciudad. Y si, entonces uno aparece, pero dada la cercanía de la foto, es la ciudad la que no aparece. Hace ya tiempo que me di cuenta de todo esto, por eso ya nunca llevo cámara.
De verdad que hago lo imposible por eludir los sitios donde estuvimos juntos, nunca he destacado por mi vocación de mártir, aunque tú creas lo contrario. Pero es difícil evitar todos los sitios que recorrimos, ¡Paseamos mucho, por esta ciudad! ¿Recuerdas?
Estoy evitando, también, ir a cualquier monumento mortuorio. Mejor evitar tentaciones. En este estado es posible que me quiera quedar en alguno de ellos para siempre.
Seguro que dirías que sigo siendo un macabro. Pero si lo piensas, la idea no me parece tan mala. Al menos así estaría junto alguno e esos muertos ilustres de los que tanto te hablé.

¡Maldita ciudad de mierda! Poco queda por ver si no visito ni estos sitios, ni los en los que estuvimos. Así que voy a volver a uno de esos sitios que si estuvimos y después saldré corriendo de esta ciudad.
Sabía que iba a ocurrir….Nada más llegar a la Fontana de Trevi me ha parecido verte a lo lejos. Sonriendo y posando para una fotografía…He notado una punzada fría en el estomago. He apartado rápido la mirada. Ni siquiera he vuelto a mirar para darme cuenta que no eras tú, sé que es imposible que estés aquí. Los recuerdos me traicionan, buenos recuerdos que se me clavan en la cabeza como si fuesen una corona de espinas.
Me voy directo en dirección contraria hacia donde me ha parecido verte; hacia la fuente. A pedir mí deseo. No te preocupes, no voy a pedir que vuelvas a mi lado. Sé que eso es imposible por mucho que yo lo desee. Y no quiero ser yo el causante de que la fuente pierda su magia.
Así que voy a pedir lo mismo que la otra vez, lo ultimo que desee cuando vinimos juntos aquí. ¡Una verdadera estupidez dadas las circunstancias! Pero al menos esa vez mi deseo se vio cumplido y eso hace que crea un poco mas en la magia. Tu siempre me reprochabas que yo no creía en nada. ¿Y sabes? Últimamente ando algo necesitado de un poco de fe.

Es posible que me equivocase cuando formulé ese deseo, quizás debí pedir que estuviésemos siempre juntos o que fuésemos felices para siempre, no sé…Ahora es tarde para pedir lo que realmente deseo. Así que aun a riesgo de volver a equivocarme, (ya me conoces soy algo cabezota) me pongo de espaldas a la fuente lanzo la moneda y, mientras da vueltas en el aire, formulo el mismo deseo que la última vez: ...¡VOLVER A ROMA!

CARTAS QUE NUNCA...(1)

Una vez más miro a mi lado y al ver que no estás me hago el sorprendido. ¡Como si eso fuese nuevo! Hace mucho que no estás. Y hace mucho que viajo solo...
Si, estoy solo, levanto la cabeza y veo que han abierto la puerta de embarque. Por fin voy a subir al avión, después de una hora de retraso.
La verdad es que no me ha importado, desde que viajo sin compañía me gusta deambular por los aeropuertos, observar a la gente, imaginarme sus historias, de donde son y a donde irán, si están de vacaciones o trabajan y todo eso que ya sabes que me da por pensar.
Una vez dentro encuentro mi asiento, apago y meto los móviles en la mochila y saco el libro que siempre me acompaña en los aviones desde que te fuiste: “Antología poética de Mario Benedetti”. Tengo la costumbre de aprenderme de memoria alguno de sus poemas mientras espero en los aeropuertos. Creo que es por si algún día se te ocurre volver, poder recitartelos todos de memoria...Aunque se que eso es imposible. (No el que te los recite de memoria, sino el que vuelvas.)
Cuando me dispongo a guardar la mochila en el compartimento de arriba, noto ligeramente que me están pisando, ¡Ouch! Exagero medio en broma mientras me doy cuenta que son unos pies verdaderamente hermosos los que me están pisando. Unos ojos de un azul desproporcionado me piden tímidamente perdón. Mientras sonrió, respondo; “no importa”, y a la vez me da por fantasear con una gran historia de amor que empieza por un pisotón en un avión.
Dejo mi libro en el suelo para poder tener las dos manos libres para subir la mochila, veo de reojo que ella se interesa por saber que leo. Buena señal, pienso. Me siento en la misma fila pero a dos asientos y un pasillo de por medio. La miro, ella también mira. Es rubia, es guapa, quizás le sobran unos kilos, bueno... quizás no, seguro que le sobran, pero no importa. Me mira y tiene pies hermosos. Mario sostiene que la mujer que tiene los pies hermosos nunca podrá ser fea. Y si Mario lo dice tiene que ser verdad. Busco esa poesía la leo y me la aprendo. Ella también lee un libro, pero no alcanzo a ver el titulo. Es igual, no me importa. No se si es la influencia del uruguayo o que, pero cada vez me siento más atraído por ella.
El viaje dura tres horas. Hago por dormirme para no mirarla más, a ver si va a pensar que soy un maniaco. Cierro el libro y curiosamente ella hace lo mismo. Me duermo. 
Al despertarme lo primero que hago es mirar hacia ella, veo como da vueltas al piercing de su ombligo. Sonrío de nuevo, le copio el gesto y toco el mío. Y ella me devuleve la sonrisa. Bueno; o a menos eso me parece a mi.
Se me ocurre arrancar la pagina donde esta la poesía de los pies hermosos, apuntar mi teléfono y dársela. Pero no le puedo hacer esto a Mario. Así que arranco una hoja de la mierda de revista del avión y apunto mi nombre y mi número.
Nos bajamos del avión. Ella mucho antes que yo. Yo espero a que salga todo el mundo. Como ves sigo con mis manía de ser de los últimos en abandonar la nave, que se yo, complejo de capitán quizás. 
Esperando a las maletas volvemos a cruzarnos... Y, por supuesto, no la paro para  darle mi número como tenia planeado.
Cuando recojo mi maleta la vuelvo a mirarla. Ella espera aun. Pero nada, no hago nada. ¡Como siempre! Solo mirarla.... Finalmente decido marcharme; Salgo por la puerta principal con el papel con mi número de teléfono, como si fuera una piedra de 10 kilos en mi bolsillo,  y me dirijo a la salida cinco de la Terminal 2. Ella no; ella recoge sumaleta y se va para la  la salida seis. 
Me giro por última vez, ya con bastante distancia por en medio y ella también se gira, creo que sonríe, pero lo que es seguro es que me saluda agitando la mano y diciéndome adiós. Yo hago lo mismo pero sin sonreír. Me siento como un idiota. Me odio y me digo: “¡Lo ves cobarde! Tenias que haber hecho algo; Haberte acercado, haberle dado el numero...Cobarde y mil veces cobarde”.
Otro "flechazo", de los pocos que la suerte me ofrece, esquivado...
Siempre igual, solo me dedico a observar, jamás hago nada para que ocurran las cosas.
Pero enseguida se me va el odio y me viene una sonrisa pensando en ti y en lo que me dirías si me vieses ahora: “¡Pero mira que te pones romántico en los aeropuertos!