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Tu lees porque piensas que te escribo... Eso es entendible. Yo escribo porque pienso que me lees... Y eso es algo terrible.

17 julio 2011

CARTAS QUE NUNCA...(12)

Es imposible saber cuánto tiempo ha pasado. O quizás, no. Quizás tan solo es que no quiero saberlo.
El tiempo está congelado en mi cabeza, como en una de esas bolas de cristal con nieve. Una de esas bolas, que basta con agitarlas un poco  para que vuelva a nevar… Y en mi caso, para que vuelva a recordar. Recordar cada una de tus sonrisas perfectas, el destello de tus infantiles ojos, el tobogán de tu nariz, el largo exacto de las ondas de tu pelo, cada gesto que hiciste por simple que fuera, cada palabra que dijiste por trivial que te pareciera…Todo, todo sigue igual en mi cabeza, como si fuera  el paisaje de esa misma bola de cristal.
Y esta ciudad y el saber que ahora te encuentras en ella, agita mi cabeza como si dos manos curiosas de niño gigante la movieran.

No es la primera vez que paseo por Barcelona, pero esta vez  todo me resulta extraño; al contrario que en mi cabeza  parece que nada sigue igual. Tengo la  impresión de estar en un país que no es el mio, no es solo el  escuchar otra lengua distintita a la mía, es algo más…La sensación que me invade es la de estar muy, muy lejos de casa y que en vez de ser verano como en el resto del país, aquí en cambio se cierna el otoño.
No quiero decir con esto que ya no me guste,  tan solo que la encuentro diferente.
Las calles me parecen raras, más anchas, como si en este tiempo las hubiesen estirado.  A pesar de lo fácil  que debería ser orientarse y lo cuadriculada que siempre ha sido, y sigue siendo esta ciudad, no paro de perderme.
Los comercios, no son como los recordaba, ahora parecen más minimalistas y exclusivos, es como si en cada estante que antes cabían cuatro o cinco cosas, ahora hubiera solo una, pero hubieran conservado el precio de las cinco que había.
Todos los restaurantes a los que entro están regentados por asiáticos. Las Ramblas están llenas de figuras dantescas inmóviles pidiendo tu dinero y no paro de cruzarme con turistas de cámara en mano…
Ahora entiendo, no sin algo de ira y frustración, que llamen a esta ciudad; “La ciudad de las mil caras”. Calle a calle, plaza a plaza, rincón a rincón… ¡Todo me resulta diferente!

En mi intento de encontrar algo que sea tal como lo recuerdo, he decidido recorrer los monumentos y espacios caracteristicos, que deberían seguir impertérritos ante el paso del tiempo, pero ni siquiera en ellos encuentro la familiardad deseada.
El Parque Well no tiene ya ese vivo color de tus mejillas.  El Laberinto de la Horta se me antoja mucho más intrincado  y me da por pensar que si estuvieras en el otro extremo me sería imposible llegar hasta ti. La plaza de San Felipe Neri  ya no conserva ese olor que yo creía tan parecido a tu perfume y al intentar abrazar las formas de la Sagrada Familia como si fueran las tuyas, me he encontrado con un montón de andamios…
Dice José Luis Caballero, en uno de sus libros, que Barcelona es una ciudad que ha sido capaz de reinventarse una y otra vez.  Quizás  esto a muchos les fascine… Pero yo, hoy, no puedo hacer más que maldecir esa magia.

Mientras pienso en todo esto, he llegado sin darme cuenta, al paseo del Borne, y no sé porque, me da por pensar que quizás estés por aquí. Claro que, aunque así fuera, de ninguna manera haría nada por verte.  No quiero correr el riesgo de que al igual que esta ciudad, también ...estés diferente.

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